jueves, 23 de julio de 2015

Cómo explicar la dinamita que soy.
Para mí, para ti.

Cómo salir de esta guerra que yo misma me declaré sin lastimarme, sin lastimar a alguien más.


Pain

La mejor forma de abrazar el dolor es acostado, contrayendo el cuerpo mientras también se
contrae el corazón, hasta sentirlo arrugado, hasta sentir una compresión insoportable que termine en
llanto.

Duele el alma y cuando duele el alma duele todo. Duele el cuerpo, duele la inefable soledad con la que irremediablemente se cuenta en momentos donde el universo mismo conspira a favor de que cada sonido, cada bocanada de aire, cada aroma, cada imagen, se vista de auténtica melancolía, la más elegante y sutil melancolía.

Duele tanto la incoherencia que me atrapa, me atrapa y me arrincona, no me deja razonar ni entender lo que ocurre.

Y es que habemos seres tan rotos a quienes nos ha costado sangre ser algo medianamente equilibrado, a quienes nos ha costado millares de renuncias, renuncias a casi todo lo que hemos sido porque casi todo lo que solemos ser, está mal.

¿Cómo no confundirse con quien se es si hemos renunciado a todo lo que solíamos poseer?


Hay una necesidad que cabalga por mi corazón, una necesidad de desfragmentarme, pero entonces la culpa me ata el corazón, lo asfixia y me falta el aire, me falta la vida.
Me confunde mi imperfección, me confunden las voces de atrás porque no se callan y todo lo que escucho es que cada paso que doy es incorrecto, flojo e incierto.